viernes, 7 de agosto de 2009

Dont you (forget about me)


Estoy francamente cansada, pero como ya viene siendo costumbre estos días, aprovecho el último momento del día para escribir un poquito aquí. Sé que llegará el invierno, los agobios, los horarios infernales, y que los post pasarán a ser semanales, o (dios no lo quiera) mensuales, pero por ahora, no hay mucho más que hacer, y la verdad es que me sirve para evadirme un poco de mi misma y de mis pensamientos, y poner así, un poco en orden las ideas que me llevan rondando la cabeza todo el día. Además, me he llevado una grata sorpresa al entrar en el blog de M&A, y ver que habían actualizado con sus últimas novedades, y me han entrado más ganas de escribir.

Hoy has visto que muchas veces me hace falta poquito para ser feliz. Conseguir una bolsa de plástico llena de reliquias que la mayoría de la gente que conozco despreciaría, me ha alegrado el día, y el fin de semana. No se trata de ser materialista, una canción, un momento de risa, o una película, me pueden hacer la persona más feliz del mundo… pero, ¡esas botellas! Ha sido como si por un momento hubiera vuelto a la infancia, y me hubiera trasladado al salón de mis abuelos.


Siempre estoy intentando aferrarme lo que puedo al recuerdo de la infancia. Muchas veces no me reconozco a mí misma en mis actos, pero inconscientemente cada cosa que hago, tiene relación con esos años. Me pasa mucho con la música. La mayoría de las canciones antiguas que conozco, son de escenas de películas que vi cuando era niña. En mi mente, las había guardado muy delicadamente, para que nunca se fueran, y con el paso de los años, he podido ir recuperándolas.
Y todo esto me lleva, a lo que venía a contar hoy. Me has cedido el turno, la palabra, como queramos llamarlo, para que hable un poco de la noticia que te sorprendía ésta mañana al leer el periódico. Y todo lo que he contado antes sobre, la infancia, los recuerdos… me viene de perlas para explicar porque me gusta (o me siento tan identificada) con “El club de los cinco”.

Cuando me he ido haciendo mayor, he hecho un repaso a las películas que me marcaron cuando era niña., y tengo que decir, que en la mayoría de los casos, me he llevado una gran decepción. Me encontraba con diálogos vacíos, tramas muy simples, fallos garrafales… que en otros tiempos, claramente, no había podido ver. Se iba acabando poco a poco la magia… los ochenta, los noventa, se habían quedado cortos, flojeaban…


No sé si fue un fallo cerebral, falta de memoria, o algo que intentaba taparlo…. Pero hace un par de años, no conseguía recordar la película de “El club de los cinco”. ¡No estaba segura ni siquiera de haberla visto! Así que me dispuse a ello… y fue como encontrarse con un amigo y abrazarlo.

Tiene algo tan familiar y a la vez tan fresco. Se trata de una película generacional. La “madre” de todo lo que conocemos después como “cine adolescente”… Inexplicablemente me emociona, me conmueve, y la banda sonora, me hace volar… Así, simplemente.

No la quiero destripar porque la verdad es que no sé si la has visto, pero terminaré con una frase de la película, que sirve de pequeño homenaje, y a la vez, retrata una cruda verdad, que sin darme cuenta, he ido relatando en este post…



“Cuando crecemos, se nos muere el corazón”
ps: me repatea no poder poner donde yo quiera las fotos.

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